Dos niños cruzan la calle por un paso de peatones

Los niños y el tráfico urbano

Los niños perciben el tráfico de vehículos de forma distinta a como lo hacemos los adultos. Como aún no son plenamente conscientes de los riesgos y de las normas de seguridad vial, es fácil que se puedan ver envueltos en situaciones en las que no saben cómo reaccionar y que pueden acabar siendo peligrosas. Por lo tanto, sería conveniente que entre todos prestáramos atención a los más pequeños y que nos pongamos en su lugar para comprender cómo perciben realmente el tráfico cuando están en la calle.

Dos niños con mochilas escolares cruzan un paso de cebra

Tabla de contenido

  • Percepción y peligros del tráfico rodado

  • Desarrollo de habilidades a diferentes edades

Per­cep­ción y pe­li­gros del trá­fi­co ro­da­do

A los niños se les enseña educación vial desde bien pequeños, pero a menudo no son capaces de poner en práctica lo que aprenden. En la edad preescolar desarrollan el pensamiento simbólico, que les ayuda a recordar normas y señales de tráfico con facilidad[1]. Sin embargo, aún no son capaces de entender los diferentes peligros a los que se exponen cuando comparten espacio con todo tipo de vehículos.

También hay que tener en cuenta que su capacidad de concentración todavía es bastante baja. Por eso durante el camino a la escuela no siempre prestan la atención necesaria al tránsito de vehículos. Y como están poco atentos, aumenta el riesgo de accidentes. La calle es un mundo de estímulos para los niños, por lo que pueden verse abrumados con facilidad y quedarse sin saber qué hacer ante determinadas situaciones inesperadas. Otro factor a tener en cuenta es que su velocidad de reacción es menor que la de los adultos. Por todas estas razones, tanto padres y madres como el resto de peatones tienen que velar por la seguridad vial de los más pequeños.

Cómo per­ci­ben los ni­ños el trá­fi­co

Los niños están expuestos a una serie de peligros específicos cuando van por la calle. Debido a su corta estatura perciben el entorno desde una perspectiva diferente a la de los adultos, teniendo una versión reducida de lo que está sucediendo a su alrededor. Esto les dificulta evaluar los peligros derivados del tráfico rodado. Por ejemplo, un automóvil estacionado al lado de la acera puede tapar otro vehículo que se aproxime por la calzada e impedir que pueda ser visto por los más pequeños. Y a la inversa, los niños a menudo tampoco son detectados por los conductores debido a su pequeño tamaño. Por este motivo, es fundamental que los niños sean bien visibles a ojos de los conductores, ya sea con el uso de ropa clara o de reflectores.

Por norma general, los niños tienen un campo de visión más estrecho que las personas adultas. Como consecuencia, puede que solo perciban una pequeña parte de su entorno, con lo que algunas situaciones de riesgo pueden quedar invisibles a sus ojos. Si un vehículo se les acerca por un costado, no lo verán hasta que lo tengan a una distancia corta, por lo que tienen más complicado evitar un posible accidente.

Un niño en edad escolar espera para cruzar la calle

Además, no pueden prever el comportamiento de otra gente que circula por la calle ni son conscientes de todos los peligros. Siguiendo con el ejemplo del vehículo que se aproxima, los más pequeños no saben si el conductor los puede ver o no. Eso puede tener graves consecuencias en el caso de que se trate de un conductor descuidado y no frene a tiempo.

Incluso la percepción del sonido es limitada en los niños, ya que es algo que se desarrolla en el curso de los años. Por eso a menudo no son capaces de asociar los diferentes y múltiples ruidos del tráfico con una dirección en concreto, por lo que les es complicado estimar desde qué dirección se aproxima un vehículo.

Además de la percepción de la dirección, la percepción de las distancias, la de las velocidades y la de las distancias de frenado tampoco están del todo desarrolladas en los más pequeños. Incluso en adolescentes pueden encontrarse todavía en fase de desarrollo. Es por eso que los niños pueden subestimar con facilidad la velocidad a la que circulan los automóviles y cruzar la calle en el momento menos oportuno, con las graves consecuencias que esto supone.

Cómo reaccio­nan los ni­ños en el trá­fi­co

Los niños son impulsivos y esto se refleja cuando se encuentran en medio del tráfico. Su comportamiento es a menudo impredecible, por lo que siempre hay que esperar lo inesperable. Los múltiples estímulos que hay en la calle los distraen con facilidad de la carretera y del tráfico y les hacen cambiar su punto de atención constantemente. A menudo reaccionan espontáneamente a estos estímulos y echan a correr sin ningún tipo de preocupación, atraídos por cualquier objeto llamativo. Incluso cuando se produce algún ruido amenazante, el primer instinto de los niños suele ser escapar sin prestar ningún tipo de atención al tráfico. A todo esto hay que sumarle que sus habilidades motoras aún no están del todo desarrolladas y tropiezan con facilidad, por lo que la situación puede volverse aún más peligrosa.

Desa­rro­llo de ha­bi­li­da­des a di­fe­ren­tes eda­des

El proceso de desarrollo de las distintas habilidades cambia de un niño a otro. Sin embargo, estas edades pueden utilizarse como una guía para evaluar el comportamiento de tu hijo en medio del tráfico urbano:

Hasta los 5 años: no son conscientes de los peligros y no pueden distinguir entre un automóvil en movimiento y uno estacionado.

6 años: les resulta difícil prestar la misma atención a diferentes tipos de situaciones. Como resultado, es habitual que estén distraídos y no presten atención al tráfico.

Un niño pequeño de camino a la escuela mientras nieva

7 años: pueden distinguir entre la derecha y la izquierda. Esto les ayuda a reconocer las direcciones y el sentido de los vehículos en el tráfico.

8 años: la percepción del sonido ha evolucionado, lo que le permite ubicar su dirección. Además, pueden evaluar tamaños y distancias, por lo que pueden reconocer los peligros emergentes de forma más rápida. Su campo de visión también ha aumentado.

9 años: pueden orientarse mejor en el tráfico y saben evaluar mejor los peligros, por lo que es menos probable que provoquen situaciones peligrosas.

11 años: mejoran la capacidad de orientarse y pueden evaluar mejor lo que está sucediendo a su alrededor, tanto delante como detrás de su campo de visión.

14 años: han conseguido aumentar significativamente el nivel de seguridad. Sin embargo, su velocidad de reacción es todavía menor que la de los adultos. La capacidad de estimar las velocidades no se desarrolla totalmente hasta la edad adulta.

En re­su­men

Los niños están expuestos a situaciones especialmente peligrosas cuando se encuentran en medio del tráfico. Debido a su tamaño, a su percepción limitada y a su carácter impulsivo, a menudo detectan tarde los peligros que les rodean o juzgan erróneamente las situaciones. Para que los niños puedan circular de forma segura por la calle y en su camino a la escuela, los padres deben conocer estas limitaciones y no exigirles más de lo que pueden hacer. Con la edad, la percepción de los niños se desarrolla y cada vez son más conscientes de los peligros, pudiendo reaccionar de forma más adecuada para preservar su seguridad.

En este PDF descargable encontrarás un resumen con todo lo que hay que tener en cuenta sobre seguridad vial infantil.

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Fuentes de información:

[1]http://www.dgt.es/PEVI/andandoEscuela/guia/andando-escuela-guia-baja.pdf (última consulta: 07.05.2020)

Fuentes de las imágenes:

iStock.com/romrodinka

iStock.com/Imgorthand

iStock.com/romrodinka

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